RELATO TRAVESTI: Sophie francesa mi primer travesti que me enrollé con 16 años en Ibiza
Autor:Leoj
Verano de 19**, en una preciosa isla del mediterráneo. Yo trabajaba en una discoteca de la isla.
Por aquel entonces era la mejor discoteca de Europa.
Era gogó y relaciones públicas. Tenía 16 años recién cumplidos.
Mi trabajo consistía en ir por las playas durante el día poniendo carteles de las fiestas que organizaba la discoteca los martes,
jueves y domingos. También dejaba entradas para las chicas. Por la noche bailaba animando al personal.
Una de esas noches una chica (como otras tantas anteriormente lo hicieron) se me acercó para bailar conmigo.
Tendría ella unos 17 ó 18 años. Tan alta como yo. Rubia de ojos azules como el mar y siempre una sonrisa dibujada en su boca.
Llevaba un vestido de verano blanco ceñido de cintura para arriba que resaltaba su figura de niña bonita. Una preciosidad.
Hablaba con un dulce y encantador acento francés. Pasamos algunas horas bailando y charlando entre copa y copa.
Cuando el sol apareció por las montañas de la parte de atrás de la disco serían las ocho de la mañana.
Era la hora en que cerraba la disco y había que irse a otro lugar para continuar con la fiesta.
Pillé a Sophie de la cintura y la invité a venir conmigo y un@s amigos a una casa a orillas del mar para continuar la fiesta.
No se lo pensó dos veces y con una mirada de esas que hacen que te derritas me dijo que si, que venía conmigo.
Ya en el coche, en la parte de atrás, mientras llegábamos a la casa, Sophie y yo comenzamos a besarnos.
Dios, el dulce sabor de su boca junto con la textura de sus labios y lengua embriagaron mis sentidos haciendo aumentar el deseo por ella.
Sus pequeños y jóvenes pechos se insinuaban de manera deliciosa a través de su vestido.
Al rato estábamos bajando del coche ya en la casa de la playa.
Hicimos unos porritos y antes de dar cuatro caladitas ella me dijo de darnos un baño en el mar.
Se lo quitó todo excepto las braguitas negras que llevaba.
Dejamos un par de toallas cerca de la orilla y nos metimos en el tranquilo mediterráneo,
donde únicamente estábamos ella y yo a esas tempranas horas.
Dentro del agua continuamos con nuestro lindo juego amoroso.
Mi polla ya no cabía dentro del bañador y al darse cuenta la francesita la liberó de la tela para jugar con ella sin estorbos.
Me susurró algo en francés al oído que yo desde luego no entendí. "J'ai aussi une".
La estreché entre mis brazos mientras le besaba y mordía delicadamente en el cuello y en aquellos delicados y turgentes pechitos de jovencita.
Al rato y cogiéndome de la mano, nos acercamos hasta la orilla y allí mismo me hizo una mamada
que por aquel entonces fue para mi la mejor mamada de toda mi vida.
No dejó que me corriera. Supo cuando parar la muy espabilada.
Yo deseaba más que nunca comerle el coñito, saborear el rosado manjar de su interior.
Deleitarme con sus jugos. Emborracharme con ellos.
Cogió mi polla entre sus manos y de nuevo me dijo algo en francés que me sonaba de
haberlo escuchado antes, pero que seguía sin entender. "J'ai aussi une".
Ni "J'ai aussi une" ni hostias, ven aquí Sophie. Le dije tumbándola en la toalla.
Continué besándola y mordisqueándola (ahora sabía salada) y poco a poco fui bajando
hasta lo que a mi me interesaba: su coñito francés.
Yo estaba en una fase de excitación tremenda. Mi polla palpitaba deseosa de poseer a Sophie.
Pero antes debía probarla con la boca.
Cuando le bajé las braguitas me llevé tremenda sorpresa. Algo inesperado surgió de entre sus aterciopelados muslos.
Dios, pero si era una polla más grande que la mía pegada al cuerpo de un bombón francés.
Al principio me quedé sin saber qué hacer. Yo seguí empalmado como nunca.
Entonces nos miramos a los ojos.
Ella agarró con su mano su miembro y de nuevo dijo en francés: "J'ai aussi une" y lo tradujo al español diciendo: "Yo tengo una".
La verdad es que para ser mi primera experiencia de este tipo, no me importó en absoluto que
aquella preciosidad tuviera una verga como aquella. Miré a ambos lados de la playa y le eché una
ojeada a la casa y viendo que no había nadie por allí que nos pudiese ver, o al menos yo no vi a
nadie que nos pudiese ver, no tuve más remedio que llevármela a la boca dulcemente.
Me gustó la sensación de tener una polla en la boca.
Me gustó que esa polla estuviese unida a un cuerpo femenino como el de Sophie.
Mientras se la mamaba, en un momento dado ella me agarró la cabeza haciendo fuerza hacia ella.
Su glande fue a parar a mi garganta lentamente y se introdujo más profundamente.
Tuve una arcada, pero la contuve. Mi boca empezó a salivar como nunca antes lo había hecho.
Me retiré un momento. Pillé aire después de soltar el montón de saliva de mi boca y
ya sabiendo la sensación volví a introducirla en mi boca hasta poder lamer sus bolas con mi lengua.
No follamos. Hicimos sexo oral. Impresionante Sophie.
Después de ese día nunca más la volví a ver.
Supongo yo que estaría de vacaciones y tuvo que volver a su tierra francesa.
Verano de 19**, en una preciosa isla del mediterráneo. Yo trabajaba en una discoteca de la isla.
Por aquel entonces era la mejor discoteca de Europa.
Era gogó y relaciones públicas. Tenía 16 años recién cumplidos.
Mi trabajo consistía en ir por las playas durante el día poniendo carteles de las fiestas que organizaba la discoteca los martes,
jueves y domingos. También dejaba entradas para las chicas. Por la noche bailaba animando al personal.
Una de esas noches una chica (como otras tantas anteriormente lo hicieron) se me acercó para bailar conmigo.
Tendría ella unos 17 ó 18 años. Tan alta como yo. Rubia de ojos azules como el mar y siempre una sonrisa dibujada en su boca.
Llevaba un vestido de verano blanco ceñido de cintura para arriba que resaltaba su figura de niña bonita. Una preciosidad.
Hablaba con un dulce y encantador acento francés. Pasamos algunas horas bailando y charlando entre copa y copa.
Cuando el sol apareció por las montañas de la parte de atrás de la disco serían las ocho de la mañana.
Era la hora en que cerraba la disco y había que irse a otro lugar para continuar con la fiesta.
Pillé a Sophie de la cintura y la invité a venir conmigo y un@s amigos a una casa a orillas del mar para continuar la fiesta.
No se lo pensó dos veces y con una mirada de esas que hacen que te derritas me dijo que si, que venía conmigo.
Ya en el coche, en la parte de atrás, mientras llegábamos a la casa, Sophie y yo comenzamos a besarnos.
Dios, el dulce sabor de su boca junto con la textura de sus labios y lengua embriagaron mis sentidos haciendo aumentar el deseo por ella.
Sus pequeños y jóvenes pechos se insinuaban de manera deliciosa a través de su vestido.
Al rato estábamos bajando del coche ya en la casa de la playa.
Hicimos unos porritos y antes de dar cuatro caladitas ella me dijo de darnos un baño en el mar.
Se lo quitó todo excepto las braguitas negras que llevaba.
Dejamos un par de toallas cerca de la orilla y nos metimos en el tranquilo mediterráneo,
donde únicamente estábamos ella y yo a esas tempranas horas.
Dentro del agua continuamos con nuestro lindo juego amoroso.
Mi polla ya no cabía dentro del bañador y al darse cuenta la francesita la liberó de la tela para jugar con ella sin estorbos.
Me susurró algo en francés al oído que yo desde luego no entendí. "J'ai aussi une".
La estreché entre mis brazos mientras le besaba y mordía delicadamente en el cuello y en aquellos delicados y turgentes pechitos de jovencita.
Al rato y cogiéndome de la mano, nos acercamos hasta la orilla y allí mismo me hizo una mamada
que por aquel entonces fue para mi la mejor mamada de toda mi vida.
No dejó que me corriera. Supo cuando parar la muy espabilada.
Yo deseaba más que nunca comerle el coñito, saborear el rosado manjar de su interior.
Deleitarme con sus jugos. Emborracharme con ellos.
Cogió mi polla entre sus manos y de nuevo me dijo algo en francés que me sonaba de
haberlo escuchado antes, pero que seguía sin entender. "J'ai aussi une".
Ni "J'ai aussi une" ni hostias, ven aquí Sophie. Le dije tumbándola en la toalla.
Continué besándola y mordisqueándola (ahora sabía salada) y poco a poco fui bajando
hasta lo que a mi me interesaba: su coñito francés.
Yo estaba en una fase de excitación tremenda. Mi polla palpitaba deseosa de poseer a Sophie.
Pero antes debía probarla con la boca.
Cuando le bajé las braguitas me llevé tremenda sorpresa. Algo inesperado surgió de entre sus aterciopelados muslos.
Dios, pero si era una polla más grande que la mía pegada al cuerpo de un bombón francés.
Al principio me quedé sin saber qué hacer. Yo seguí empalmado como nunca.
Entonces nos miramos a los ojos.
Ella agarró con su mano su miembro y de nuevo dijo en francés: "J'ai aussi une" y lo tradujo al español diciendo: "Yo tengo una".
La verdad es que para ser mi primera experiencia de este tipo, no me importó en absoluto que
aquella preciosidad tuviera una verga como aquella. Miré a ambos lados de la playa y le eché una
ojeada a la casa y viendo que no había nadie por allí que nos pudiese ver, o al menos yo no vi a
nadie que nos pudiese ver, no tuve más remedio que llevármela a la boca dulcemente.
Me gustó la sensación de tener una polla en la boca.
Me gustó que esa polla estuviese unida a un cuerpo femenino como el de Sophie.
Mientras se la mamaba, en un momento dado ella me agarró la cabeza haciendo fuerza hacia ella.
Su glande fue a parar a mi garganta lentamente y se introdujo más profundamente.
Tuve una arcada, pero la contuve. Mi boca empezó a salivar como nunca antes lo había hecho.
Me retiré un momento. Pillé aire después de soltar el montón de saliva de mi boca y
ya sabiendo la sensación volví a introducirla en mi boca hasta poder lamer sus bolas con mi lengua.
No follamos. Hicimos sexo oral. Impresionante Sophie.
Después de ese día nunca más la volví a ver.
Supongo yo que estaría de vacaciones y tuvo que volver a su tierra francesa.
Added on April 20, 2020 at 12:00 am