RELATO TRAVESTI: Rosana Migler, Efecto amante en el Nou Camp - Barcelona
Autor: Namber_Uan
A veces doy un par de vueltas por los alrededores del Nou Camp en el coche. Me caliento mirando a las chicas y vuelvo a casa con la cabeza despejada del curro. Nunca tengo intención de subirme a una en el coche. Si quiero marcha prefiero pagar algo más por la comodidad de una cama y con una chica que haya elegido en esta página. Cosas de la edad y la experiencia. Pero, sorpresa, el otro día pasé frente a un bellezón impresionante. Quedé tocado por la sonrisa de una mulata espectacular, alta, de pechos grandes y bien puestos, un culo bien torneado sobre dos piernas de infarto. Llevaba unas botas altas de tacón y sobre su delicioso cuerpo un abrigo color crema que mantenía abierto, dejando apreciar sus curvas bajo un tanga y un minúsculo sujetador. También me llamó la atención un cierto aire de chica con clase, alejada de las otras transexuales que se insinuaban por la zona con mucho escándalo. Lo primero que me cautivó, sin embargo, fue una preciosa sonrisa. Di dos vueltas más por allí y, al fin, me decidí a subirla al coche. “¿Qué estás haciendo, cabeza loca?” pensé mientras me dirigía a su esquina. Me prometí hace tiempo a mi mismo que no volvería a estar con un travesti de la calle en un coche. Supone un cierto riesgo, es incómodo y la intimidad muy limitada. No pude evitarlo. Paré junto a ella y le pregunté su nombre. “Rosana, mi amor” respondió con una sonrisa que iluminaba la noche. No pregunté nada más… le pedí que subiera sin siquiera interesarme por servicios y tarifas.
Una vez en el interior del coche, me dirigió a un descampado que parecía la superficie lunar. Durante el corto trayecto, puso una mano sobre mi rodilla y me acarició suavemente el muslo, muy cerca de la entrepierna. Fue una caricia suave, sensual, relajada y relajante. Me convencí que era una mujer con clase, diferente. Charlamos brevemente sobre el trabajo en la zona, de dónde era ella y poco más. Me sentía muy cómodo y tranquilo; notaba una cierta química entre los dos. Tras encontrar un discreto y oscuro rincón echamos hacia atrás los respaldos del asiento. Antes siquiera de hablar sobre precios, comenzó a besarme en la mejilla y la comisura de los labios. Noté que no deseaba besarme en la boca, me evitaba y yo lo respeté. Aunque, poco a poco, a medida que nuestras respiraciones se iban acelerando, parecía que esa barrera desaparecía y me rozaba los labios con los suyos. Acabamos por besarnos con pasión… quiero creer que bastante auténtica. Su mano había rozado ya mi paquete un par de veces, yo estaba muy excitado y tenía ganas de devorarla a besos. Nos separamos y me miró con intensidad a los ojos. “¿Me pagas primero, mi amor?” preguntó con su voz suave y sensual. Le dije que prefería un francés a follar, ya que en el coche no me sentía con ganas de más. Acordamos una tarifa de 20 €, la cual me pareció más que razonable, teniendo en cuenta que hubiera pagado el doble por tan sólo estar en su compañía.
Una vez hube pagado el servicio, me besó con fuerza. Con mi experiencia, no creía que fuera auténtica pasión, pensaba que era una gran profesional que sabía tratar a los clientes. Pero, a medida que nos besábamos y ella me acariciaba el cuello, el pecho y rozaba mi entrepierna, me convencía de lo contrario. Realmente había una atracción entre los dos. Me lo demostró cuando desabrochó mis pantalones y, al querer yo bajar los calzoncillos para facilitarle el paso, me pidió que no fuera tan rápido, que quería disfrutar de mí muy despacito.
Estuvo un buen rato comiéndome a besos y dejando que la comiera a ella. Me ofreció sus pechos para que pudiera lamer los pezones. Me dediqué a mordisquearlos con suavidad y ella me pidió que lo hiciera más fuerte. Sacó su polla de entre el pequeño tanga y llevó mi mano hasta allí. La tenía ya algo dura pero, al simple contacto de mi mano, se puso como una roca. Era perfecta, empinada hacia arriba, no demasiado grande ni pequeña, suave al tacto y surcada de venas bien hinchadas. Disfruté pajeándola, humedeciendo mi mano con saliva y poniéndosela cada vez más dura. Mirando a Rosana a los ojos, le pregunté si me dejaría chuparla, a lo cual respondió con su sonrisa espectacular, un cierto brillo en los ojos y acercando mi cabeza al miembro con su mano en mi nuca. La introduje en la boca hasta casi el fondo y comencé a chupar con suavidad, procurando que la lengua se recreara por todo lo largo, bien salivada y caliente. Ella empujaba su culo hacia dentro al tiempo que acariciaba mi cuello. Entonces tomé la polla con toda mi mano y le propiné una mamada combinada con paja que le hizo gemir y culear como si estuviera follando mi boca.
Para entonces ella me había bajado pantalones y calzoncillos hasta los tobillos y me pajeaba con ganas, pidiéndome que, por favor, la follara. Aquello me puso a cien por hora; mi corazón golpeaba el pecho como un loco enjaulado y respiraba igual que después de correr media maratón. Notaba también cómo Rosana estaba excitada, lo cual confirmó al apartar de repente mi cabeza, presionando la base de su polla con dos dedos. “Despacito, mi amor, no vayas a sacarme toda la leche”. Tuvo que hacer un esfuerzo por no correrse en toda mi cara, lo cual yo hubiera agradecido. Le brillaban los ojos, me miraba entre divertida y sorprendida. Y sonreía de una forma que calentaba mi corazón. Podría enamorarme de Rosana e incluso hacer locuras por ella si fuera a corresponderme. Tiene una sonrisa peligrosa, muy peligrosa.
Sin dejar de masajear mi miembro, lamió y mordisqueó mis pezones. Poco a poco, fue bajando con su lengua, recorriendo mi cuerpo hasta llegar a la polla. La empezó a chupar con maestría, suave al principio, llegando a rozar mis huevos con sus labios. Fue subiendo poco a poco el ritmo hasta hacerlo de forma enloquecida, para detenerse de golpe y empezar de nuevo con suavidad. Al tiempo que la mamaba, acariciaba mis huevos y jugaba a buscar el ojo del culo con su dedo. Cambió la postura, colocando un pie sobre el asiento y ofreciéndome su polla de nuevo. Hicimos un extraño 69, el cual yo no quería que terminara nunca. Deslicé un dedo entre sus nalgas y, sin dejar de chupar su deliciosa polla, jugué con su ojete, introduciendo un poco el dedo y masturbándolo como si fuera el clítoris de una chica.
Aquello pareció gustarle mucho y, una vez más, tuve que parar para que no soltara su semen en mi boca. Me hubiera encantado. Ella rió y me dio un cachete cariñoso en el hombro, diciéndome con su sensual acento brasileño que no fuera un chico malo. Unas gotas de líquido pre seminal colgaban de su polla y me dediqué a limpiarlo en mi cuello. Entonces se sentó en mi rodilla y quitó el condón que me había puesto. Lamió su mano y me hizo la mejor paja de mi vida mientras pasaba su lengua por mi cuello, mi oreja, mis labios. Nos besamos con pasión y me corrí, sin poder evitarlo, con la lengua de Rosana dentro de mi boca y masajeando su polla contra mi muslo. Noté una ligera humedad en la mano y le pregunté si se había corrido, a lo cual me respondió: “no, mi amor, pero me hubiera encantado”. Un chorrito de su fluido seminal me pringaba la pierna. Nos limpiamos los dos con toallitas y seguimos besándonos unos minutos.
Charlando sobre algunas tonterías me dio su teléfono, pidiendo que la llamara para que pudiera atenderme en su casa. Tuve la sensación de que ella deseaba quedar conmigo como algo extra profesional. La dejé en su esquina y nos despedimos con un largo morreo. Mientras me alejaba con el coche, me lanzó un beso al aire. Conduje por media Barcelona hasta casa entre sorprendido y satisfecho, con una sonrisa de bobo en la cara y el recuerdo de su pasión en mis labios. Había sufrido el llamado efecto amante de la forma más inesperada: sin buscarlo, con una chica de la calle, en un siniestro descampado sin intimidad y dentro de un espacio más bien incómodo. O es una profesional increíble o bien tuvimos uno de esos momentos de química sexual que se dan pocas veces en una vida.
Sin duda llamaré a Rosana y sé que viviré una gran experiencia en su cama. Ya os lo contaré.
Added on January 11, 2017 at 12:00 am